Han pasado 15 años desde mi último tratamiento de fecundación in vitro y del momento en que dije adiós a la clínica de Reproducción Asistida. Como madre de dos niños nacidos de esos tratamientos —ambos en la adolescencia— a menudo recuerdo aquellos días y lo diferente que era entonces seguir un tratamiento de fertilidad. Ha habido grandes saltos adelante en cuanto al gran abanico de tratamientos disponibles, así como en la mejora de las tasas de éxito. Pero lo que posiblemente más ha cambiado desde la perspectiva del paciente sean las actitudes respecto a la Reproducción Asistida. Un asunto privadoAunque el año 2000 no parezca tan lejano, lo cierto es que cuando asumimos que íbamos a necesitar de la fecundación in vitro para concebir, la gente no hablaba de alteraciones de la fertilidad ni de tratamientos tan abiertamente como lo hace hoy. Recuerdo que un amigo se sorprendió de que fuésemos “tan lejos” para tener un niño. Además, en esa época yo no conocía a nadie más que hubiese hecho una FIV.
Bastante más adelante supe que una pareja de compañeros de trabajo había estado siguiendo un tratamiento de Reproducción Asistida al mismo tiempo que nosotros, pero tanto ellos como nosotros lo mantuvimos en secreto. En esa época, a los niños nacidos de la fecundación in vitro todavía se les llamaba “bebés probeta”, y claro, tener un hijo concebido de este modo daba mucho de qué hablar. En los últimos 15 años, la cantidad de personas que recurren a tratamientos de Reproducción Asistida se ha incrementado rápidamente, y ya no se considera inusual realizar una FIV o una donación de óvulos. Acceso a la informaciónTal vez el cambio más extraordinario haya sido el acceso a la información. Por aquel entonces mucha gente todavía no tenía internet en casa, y a diferencia de lo que sucede ahora, era impensable disponer de tanta información sobre todos los aspectos relacionados con la infertilidad y los tratamientos existentes en un sólo clic.
En aquella época, era prácticamente imposible conocer las implicaciones de seguir un tratamiento de fertilidad desde el punto de vista del paciente, y eso fue algo que para mí supuso un gran desafío cuando tuve claro que necesitaría ayuda para concebir. La única información sobre fecundación in vitro procedía de la propia clínica o de publicaciones de especialistas médicos. Mis dudas eran las que tiene cualquier mujer en esa situación: ¿dolerán las inyecciones?, ¿cómo te hacen sentir los fármacos?, ¿qué sentiré durante la extracción de los óvulos?, ¿cómo combinaré el trabajo y el tratamiento?…
En mi caso no pude encontrar respuestas a estas preguntas en ningún sitio, y eso fue lo que me llevó a escribir libros sobre fertilidad desde la experiencia de quien vive en primera persona un tratamiento de Reproducción Asistida.
Terapias, coachs y tratamientos holísticosOtro gran cambio sucedido en los últimos 15 años ha sido el número creciente de profesionales que ofrecen terapias complementarias y de vocación holística. Entre ellos también encontramos profesores de yoga, coachs o nutricionistas centrados en el ámbito de la fertilidad. La lista de personas que promueven diferentes enfoques de los problemas de fertilidad es inacabable, y como paciente, puede ser difícil saber en quién confiar y qué creer.
Cuando me sometí a la FIV, el único consejo de salud que recibí es que ¡no debía fumar ni emborracharme! Ahora, en cambio, las mujeres que comienzan un tratamiento son bombardeadas con toda clase de recomendaciones sobre qué comer y qué no, qué hacer y qué no hacer. Por un lado, resulta de mucha ayuda recibir un apoyo tan grande, pero, por otro lado, ser paciente podía resultar más sencillo 15 años atrás, cuando no había tal cantidad de información que procesar y a la que tratar de dar sentido.
A pesar de todo, las diferencias fundamentales a lo largo de estos últimos 15 años son positivas: la oferta de tratamientos ha mejorado, más personas pueden acceder a la ayuda de los centros especializados y hoy es mucho más probable culminar el tratamiento con el resultado deseado.