Para las parejas que ya tienen un hijo es más difícil aceptar que no lo conseguirán solos y que necesitan la ayuda de medicina para concebir el segundo
Tengo una amiga, una amiga que quiero mucho, que sufre. Me lo ha dicho. En varias ocasiones, ha llorado desconsoladamente sobre mi hombro. Y, sin embargo, esta amiga tiene un marido adorable, un trabajo que le gusta, un hijo de 7 años maravilloso que le llena… Así que poca gente de su entorno la entiende y sabe encontrar las palabras para apaciguarla y apoyarla. Más bien al contrario. Ella siente que no tendría que llorar, que lo conseguirá cuando deje de pensar en ello… Siente que debería considerarse feliz, que muchas parejas no pueden ni tener uno. Se siente culpable. ¡Sí, culpable! Tiene la impresión de ser una caprichosa por obstinarse de tal manera para tener el segundo hijo. Agrandar la familia… ¿Qué hay más legítimo para una mujer que ya ha conocido la felicidad de ser madre y dar la vida? Mi amiga sufre la infertilidad secundaria, y el sufrimiento que esto conlleva no es para nada secundario. Aunque unos problemas de fertilidad no le impidieron concebir la primera vez, puede ser que estos se hayan desarrollado y agravado después. Y el deseado embarazo se hace esperar. La infertilidad secundaria es la espera, la decepción y también la vergüenza de quejarse. Por más que sepamos que somos capaces de tenerlo, porque ya tenemos un hijo, el dolor sigue allí, y la espera sigue siendo amarga. Los meses, los años desfilan, es interminable. “¿Por qué si antes funcionó ahora no funciona? ¿He hecho algo que ha descompensado mi cuerpo?” Todavía es más difícil para estas parejas lanzarse a los tratamientos de reproducción asistida, aceptar que no lo conseguirán solos y que necesitan la ayuda de medicina para concebir su segundo o tercer hijo. Naturalmente, el primer hijo está allí, y verlo crecer todos días es enormemente reconfortante, y es precisamente esto lo que hace que estas mujeres sean tan fuertes y perseverantes en su lucha, puesto que conocen la felicidad de tener un hijo. Saben que sus sacrificios y esfuerzos valen la pena. Quieren revivir esa felicidad y, a la vez, los meses que pasan sin un embarazo les muestran hasta qué punto ese niño es un verdadero pequeño milagro. Si este es tu caso, tienes que saber que no estás solo/a. Rodéate de parejas que compartan tus sufrimientos. No os quedéis aislados en vuestra lucha. Es importante mantener el ánimo por el hijo que ya tenéis. No os culpabilicéis, tomad la vida como venga, apreciad cada momento como una pequeña alegría con vuestro hijo, vuestra pareja, en familia. Ánimo. Estoy segura que la felicidad está al final del camino, ¡sea cual sea! Para Marta y Vicente…