Hablamos con Raffaella Clementi, autora del libro Carta a un niño que ha nacido, dedicado a su hijo tras un tratamiento de fecundación in vitro
Raffaela Clementi (Terna, Italia, 1970) es administrativa y mamá de un niño nacido tras un tratamiento de reproducción asistida. A lo largo del proceso, Raffaela escribió un diario personal con la idea de regalarlo a su hijo cuando éste cumpliera su primer año. El diario, sin embargo, acabó por convertirse finalmente en el que sería su primer libro: Carta a un recién nacido. Historia de un tratamiento de reproducción asistida.
¿Qué le llevó a compartir su diario personal con otras mujeres?
En un principio sólo quería contarle a mi hijo su historia, la mía y la de su padre, y que supiera cuánto amor habíamos puesto ambos en buscarle. Sin embargo, cuando después de abrir mi blog Se habla mucho de fertilidad en la red, pero es difícil encontrar quien lo haga de una forma directa, compartiendo los sentimientos vividos y dejando espacio para el sufrimiento. Creo que hablar sinceramente y escuchar un dolor por el que una ya ha pasado puede ser de ayuda para quien todavía está buscando cómo sentirse menos sola. Es que incluso en los círculos más próximos se oyen opiniones de todo tipo sobre la reproducción asistida: que “es una locura gastar dinero por un tratamiento cuando hay tantos niños esperando ser adoptados”, o “que tenemos que recurrir a ella porque hemos decidido tener nuestro hijo demasiado tarde, porque antes estábamos pensando en nuestra carrera profesional o peor aún, en pasarlo bien”. Alguien que no ha experimentado un proceso de reproducción asistida desconoce qué trata este proceso. Pues con una gran maleta: la maleta de los sueños. Es la maleta que llevan todos los que deciden adentrarse en el camino de la reproducción asistida, y va repleta de cosas: ropa cálida que proteja del frío de los fracasos, chubasqueros que permitan dejar caer las lágrimas amargas, un poco de esperanza, un trozo de experiencias vividas y otro de vidas soñadas. También será necesario un poco de sentido del humor, tenacidad y paciencia, sal, pimienta y algo de suerte… Porque el éxito del viaje es algo incierto e imprevisible en términos de resultados. Sí. Es realmente necesario haber comenzado el viaje hacia el hijo que no llega para entender que la infertilidad es como la enfermedad del vacío. Se produce una ausencia que te afecta como un luto, cambiando la forma en cómo te veías tú en un futuro. Cuando llega este momento, te tienes que parar y preguntarte qué estás dispuesta a hacer para llenar ese vacío que sientes. Puedes gritar con toda tu alma, golpear el suelo con los puños, tocar el fondo y luego volver a levantarte para empezar y preparar la maleta de la que hablábamos antes. Es complicado, puesto que tienes que enfrentarte a cosas que nunca te habías imaginado: la decisión de tener o no tener hijos; adoptarlos; recurrir a la medicina… O reinventarte. En cualquiera de estos casos, es una prueba de coraje: será valiente aceptar nuestra situación, como lo será igualmente empezar un tratamiento de reproducción asistida, con ansiedad, miedo al fracaso, esperanza… Y por encima de todo, apostar de nuevo por nuestra pareja más allá del proyecto de un hijo, replanteándonos el sentido de estar juntos. Mi marido me entendió, me apoyó y me dio su cariño en los momentos más difíciles, sin hacerme sentir su decepción y sus miedos. Fue un hombre solidario, aunque en algunos momentos creo que hubiera preferido que nuestra vida no hubiera sido completamente absorbida por la búsqueda de un hijo. Se puede decir que él fue más valiente que yo en el sentido que supo conservar el sentido de la identidad: él fue capaz de dejar más espacio en su mente a otros asuntos que no fueran el proyecto de nuestro hijo. Efectivamente: cada uno lo lleva y lo siente de un modo distinto, y por este motivo, el riesgo de alejarse de la pareja acaba siendo muy alto. Si no te sientes en equilibrio, la dificultad para tener hijos puede llevarte a encerrarte en ti misma, dejando de comunicar tus verdaderos sentimientos a tu pareja o a tu entorno. Hoy, 3 años después de haber tenido a mi hijo y desde la distancia, me parece fundamental que una mujer en tratamiento pueda recurrir a un apoyo de tipo psicológico. Alguien más allá de la pareja que ayude a asimilar la ansiedad, la tristeza, y todas las fases del proceso. El del nacimiento de mi hijo, sin lugar a dudas. Le miré, y pensé que era la cosa más bonita que había visto jamás. Me perdí en su mirada, que parecía haberlo visto ya todo. Nos reconocimos. Él había vuelto a mí. Y entendí que había sido, y sería para siempre, pese a todo, su madre. Que confíe en el centro de reproducción asistida que considera mejor, con personal profesional, pero al mismo tiempo humano. Que desconfíe del boca a boca y que se informe bien sobre las posibilidades reales de nacimiento. Que crea en su propia fuerza y que se comunique siempre con la propia pareja, sin alejarse de ella.Parecería que las mujeres que realizan un tratamiento se sienten más comprendidas en la red que por su propio entorno…
En su libro, describe la reproducción asistida como un viaje hasta su propio hijo. ¿Cómo debe uno prepararse para emprenderlo?
Sólo puede entenderlo quien lo ha vivido…
¿Qué pasa después?
Ha mencionado usted el papel de la pareja en todo este proceso. ¿Cómo lo vivió la suya?
Apoyarse sólo en la pareja puede acabar afectándola…
¿Cómo evitar llegar a esta situación?
Llegamos al final. ¿Cuál fue el momento más bonito de todo el proceso?
Para terminar, ¿qué le diría a una mujer que tiene problemas de fertilidad?